miércoles, 31 de octubre de 2007


Rompieron el reloj de sol y se volvieron piedra.
Cuerpos de mármol que se abrazan muertos de frío.

lunes, 29 de octubre de 2007

Jugaban con las palabras. Saltaban de loseta en loseta, del 27 al XIX, de Lorca a Darío, de Valle-Inclán a Reverte.
Buscaban metáforas y antítesis; eran bocas calladas que sólo hablaban boca a boca.
Descubrieron el origen del universo en el centro de su cama, envueltos en sábanas y penumbras, iluminados por los lunares de su espalda; eran miradas transparentes empapadas en parafina, fósforo encendido, cuerpos ardiendo.
Aquella noche no contaron las sílabas de las palabras, ni midieron la rima de los versos.
Encajaron espontáneamente.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Lombrices y castañas


Los dos hermanos están en el patio de la casa. Remueven la tierra buscando lombrices, y dañando las raíces del rosal, para disgusto de la abuela. Su tío abuelo a veces asoma la cabeza por la ventana y les grita que se estén quietos, pero los críos no le hacen caso. Están concentrados, buscando lombrices. Cuando el niño encuentra una, la coge con la mano abierta, para que no se espachurre, y la pone en el filo del enorme macetero de cerámica donde está plantado el rosal. Si es la hermana la que da con una, se escucha como un berrido de asco, entonces el niño se acerca a su lado y la coge para ponerla junto a las demás lombrices. Al rato se aburren de mirar los gusanos, y el hermano mayor manda a la niña pequeña a buscar una caja de cerillas. Ella se escurre a gatas en la cocina, donde la madre y la abuela friegan los platos, y con disimulo coge un paquete de la despensa. Se arrastra de vuelta al patio, manchándose la ropa de tierra, y su hermano le quita el paquete de cerillas. Se sientan el uno en frente del otro, a pequeña distancia, y el niño va colocando en fila varios fósforos, y luego los entrecruza con otros más, hasta que forma una pequeña pira. Los ojos de la pequeña se abren más, pendiente del momento en el que su hermano roza la cabeza de un fósforo con la lija y comienza a arder el palito. La deja caer en el montón de cerillas que hay entre los dos. La pequeña frunce el ceño y se separa unos centímetros de la pira en miniatura ardiendo. Entonces él la llama "cría chica" y "miedica" y ella vueve corriendo torpemente a la cocina, y se abraza a las piernas de la abuela, enfadada con su hermano. La abuela la coge en brazos, y la sienta en la mesa de la cocina mientras raja las castañas para ponerlas al fuego. Se vuelve a escuchar la voz del tío abuelo, que intenta dormir y no puede por el ruido de la pelota que viene del patio. Entra cabizbajo el niño, y se encierra en la despensa. Empieza a gritarle a su hermana que no puede salir, que no tiene la llave. Pero ella está pendiente de las castañas en el fuego. La abuela va al patio en busca de la escoba y se encuentra con el rosal deshojado y una fila de lombrices en el borde del macetero. Frunce el ceño, como hizo antes su nieta, y vuelve a la cocina. "Qué ganas de que crezcan".








lunes, 22 de octubre de 2007




Otra noche más deja la ventana abierta y las cortinas recogidas. Se recosta en el alfeicer, y se pierde en el trozo de cielo que encuadra su ventana. Sólo tiemblan cuatro o cinco estrellas, y dentro de su cabeza alguien tatarea (o tararea) una canción. No se puede saber en qué piensa, envuelta en una noche de Noviembre, pero seguramente sea lo mismo que cuando mira por su ventana en una noche de Abril, o de Mayo, o de Enero. Será que las noches siempre tienen un tinte grave, donde los recuerdos parecen retorcerse y gemir (lo mismo de dolor). Será que por las noches aún le parece que se inclina sobre su cama una sombra, la sombra de un chabal, que le roza con la palma de su mano la mejilla, y que se inclina un poco más, y le da un tímido beso de sombras, que es como el reflejo de una boca que nunca aprendió a besar.











sábado, 20 de octubre de 2007


La piedra estaba cansada de ser piedra.
Por eso dicen que se prendió fuego y se volvió estrella...