viernes, 9 de noviembre de 2007

Los palillos martillean las extremidades de las figurillas de madera. Tienen los músculos entumecidos y se mueven torpemente, a trompicones. Todas las noches salen a escena y se aman, tal y como está dispuesto en el guión. Se miran de lejos y se intercambian palabras que el público no alcanza a oir.




Cuando llega el momento para la némesis de entrar en acción, sus pechos de pino se oprimen, y se desesperan de impotencia. Desean romper las cuerdas y quemar el escenario y huir, pero inevitablemente acaban recostados en el diván, desangrándose.

Pero las marionetas son muy listas, y ya tienen todo pensado para cortar los hilos en la próxima actuación, matar al malo de la obra y escaparse del teatro.

E inevitablemente, van a conseguirlo.

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